Cuando diste tu último suspiro de vida, por querer rebasar esos
quebrantos de salud que venía acarreando desde hace tiempo, mientras te
encontraba hospitalizada postrada en una cama, veía lágrimas de llanto saliendo
por tus ojos, por ese deseo fehaciente de querer levantarte.
¿Por qué yo noté eso?, esa pregunta me la hago y la
respondo yo mismo, por la única razón de
que nadie querrá verse atravesando en un momento tan difícil como ese, porque sabía
que tras su deceso, se iría con ella un
pedazo de mi corazón, al ver partir de estas tierras a ese ser tan sublime para
aquellos hijos e hijas que reconocen su valor y no esperar anualmente para
expresar esos sentimientos tan merecedores y esperados para una madre.
Querido lector, créame, que si tengo el valor y el
coraje de escribir estas líneas, es por la inexistencia de remordimientos que imperan en mi interior,
por la partida inevitable de mi extinta madre, Ana Patria Mateo Santana, cariñosamente Adelina y yo le decía como
hijo, May, porque a pesar que debí hacer más por ella, creo en lo absoluto, sin
temor a equivocarme, que sus recuerdos en mi ser, quedarán impregnados para
toda la vida, pero será por su ausencia, más no, por conciencia.
Por eso; les
exhorto a usted que lee este escrito, no es bueno lamentarse que debí hacer más
por ella mientras vivía; si la tienes viva, aproveche y ofrézcale tiempo de calidad, porque ese ser,
al igual que los niños, necesitan afecto más que pretexto o cuestiones
materiales y la vida es una pequeña luz que en cualquier momento se apaga.
Las festividades de Mayo, no son malas, pero son
puramente comercial, condicionan al
consumismo, dirigidas a las madres; bajo ninguna circunstancia no es bueno dejar
que esas celebridades comerciales los sumerjan, dedicado en una fecha específica
para compartir con ese ser incomparable, nuestra madre.
May, como te decíamos comúnmente tus hijos,
¡gracias! por dedicarme ese gran tiempo de calidad, aún cuando ya no te
quedaban fuerzas, ¡Gracias! Ana Patria
Mateo Santana, se que Dios te tienes en buen lugar, por ese gran corazón que
tenías, cuando veo la creación divida, ahí estás Tú, en esos astros celestiales,
las estrellas, siempre brillando como una luz resplandeciente que nunca se
apaga, Madre, eres un amor imperecedero en todo mi ser.
Por Domingo Martínez Mateo
Su hijo
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